Bueno,
chicas y chicos, mamás, papás,compañeros y demás seguidores de esta Semana
Blanca, se acabó. Como dice la canción del vídeo, “Lo que nace se apaga” y así
tiene que ser. Han sido días inolvidables para todos, repletos de emociones: miedos,
risas, alegrías, cariños, cansancio, ilusión, etc…. muchos sentimientos y todos
ellos vividos de manera muy intensa, así es la Semana Blanca.
Este, ha sido un año casi perfecto. En muchos
aspectos, el grupo en general y cada uno de los chicos en particular ha rendido
a una nota altísima. Ha sido sin lugar a dudas uno de los mejores grupos que ha
participado en esta aventura. Muy bien a
la hora de organizarse, muy bien en cuanto al trabajo en equipo (era para
verlos como se ayudaban unos a otros a subir las maletas, o para ponerse y
quitarse las botas), y muy bien en el esquí, sin quejarse en ningún momento,
sin rendirse nunca. Excelentes en cuanto a la puntualidad y rapidísimos a la
hora de llevar a cabo el sin fin de tareas que cada día nos ocupan (dejar y
coger esquís, pasar a las comidas, recoger bandejas, ducharse, arreglarse, etc).
Pero todos grupos siempre brillan por algo
especial, y éste lo ha hecho por dos aspectos para nosotros importantísimos
dentro de la Semana Blanca, la convivencia y la fortaleza. En cuanto a la
convivencia ha sido el año que como nosotros decimos han estado más “mezclados”
independientemente de las edades y de los pueblos. Ha sido una gozada verles
comer, esquiar, jugar en el chiqui-park todos con todos, como si fueran un solo
grupo desde prácticamente el primer día. Para nosotros ya sólo por esto, merece
la pena la aventura. Pero también está la fortaleza, fundamental para aguantar
una dura, durísima, semana, y en esto merecen todos una matrícula de honor. Y
cuando hablo de fortaleza lo hago no sólo a nivel físico, sino también y mucho
más importante a nivel mental. El afán
de superación que han mostrado, el coraje por volver a intentarlo una y otra
vez, y la entereza con la que han encajado su lógica torpeza a la hora de
iniciar el aprendizaje del esquí, es digno de elogio. En una sociedad donde los
niños y niñas muestran una tolerancia mínima a la frustración, ya que están
acostumbrados a que todo se les haga, aquí nuestros chicos, han dado lecciones
de superación y de autonomía.
No queda por tanto pues, más que poner punto
y final a esta magnífica aventura agradeciéndoos a todos vuestra participación:
niños, papás y compañeros. Me confesaré diciendo, que a un servidor le habéis
devuelto la ilusión en una actividad, que en los últimos años no había dejado
buen sabor de boca, así que por ello, muchas gracias.
Y por último no querría despedirme sin agradecer
y recordar igualmente a mis compañeros de excursión. Nosotros también somos un
equipo, y así es como funcionamos. A mí me toca ser el reportero, pero hay
mucho trabajo por detrás en la sombra, que seguramente es mucho más importante
que el de teneros informados. Gracias a Eva por su eterna paciencia, su
disponibilidad las veinticuatro horas para ir apagando fuegos aquí y allá y por
estar siempre al quite ante cualquier contratiempo. Gracias a Raquel, por ese
trabajo en la sombra con los chicos, dándoles ese cariño, esa caricia, ese
achuchón que les levanta el ánimo, y que a los hombres nos cuesta bastante más
dar. Cuantos hubieran abandonado si no hubiera sido por esa visita suya a
principios de semana, esa conversación cargada de ternura y ese abrazo de
despedida. Y gracias también a Fran, por su complicidad y por su pedagogía con
los chicos. Una complicidad que no es
fácil encontrar siempre en esta profesión, y que sin embargo en pocos años de
aventura, se ha convertido en un pilar fundamental para poder llevarla a cabo,
y por supuesto por su pedagogía y su buen hacer con los chicos, abriéndonos también
a nosotros los ojos e instruyéndonos a la hora de resolver los pequeños
conflictos que a veces surgen. Nunca es tarde para aprender y dejarse llevar
por nuevos caminos.
Así que
hasta la próxima a todos. Gracias por el apoyo y el seguimiento y nos vemos en
la Semana Blanca 2018.
José Antonio